viernes, 3 de febrero de 2017

¿Se pueden salvar las Economías Regionales?

Por Fernán Severini (@Eurix_), publicado originalmente el 15 de Octubre, 2016, en fernanscevey.wordpress.com

Como es bien sabido para los que tenemos la desgracia de convivir en éste suelo dónde prevalece una justicia con la que todo ser noble y honrado se siente disconforme y dónde hay más incertidumbres que certezas, los culpables pueden pasar a la inocencia en cuestión de horas, como si nada hubiera pasado, desprotegiendo a la víctima. En éste crimen no. Acá va a ser diferente, porque los jueces no son aquellos parásitos que viven de los impuestos de la gente honrada y que se sientan en sus tronos manejando la ley con total impunidad y corrupción, el juez aquí será la gente que vive de la producción y que ansía libertad en Argentina.

El crimen está a la luz de todos, pero nadie parece denunciarlo, solo lo usan como slogan de campaña y después todos se olvidan. El crimen es el de las economías regionales que llevan una larga agonía de más de 30 años y están al borde de la muerte, con escasas posibilidades de resurrección. ¿Quién es el culpable? Esto está clarísimo: El Estado.

Sucesivos gobiernos argumentaron que el libre comercio de bienes, servicios y factores era el que mataba la producción, pero no hay una defensa más cáduca, vaga y funesta que esa. Porque es mentira y en esto no hay debate. Tratando de sostener sus argumentos falaces, hay que reconocerlo como obra de bondad y de generosidad de Papá Estado (hipocresía diría yo), otorgaron subsidios monetarios y créditos a “bajas” tasas de interés a los productores; mientras, paralelamente, hacían oídos sordos a los auténticos reclamos que en reiteradas ocasiones han manifestado por vía diplomática (buscando el oído de los funcionarios y que se pongan de una vez manos a la obra) y activa (cuando la paciencia se agotaba) cortando las rutas.

Políticos, los seres más detestables que ha podido parir el suelo mundial y que tenemos la desgracia que se encarguen del manejo de nuestra economía. Son tan estúpidos, tan enfermos de populismo que no entienden que los productores no piden subsidios ni créditos. No lo necesitan. Solo piden que su producción sea rentable.

¿Cómo hacer que la producción sea rentable y evitar que cientos de productores abandonen la producción?

He oído muchas voces que critican que en la góndola el precio de la manzana esté alrededor 30 pesos por kilo (o más) mientras que al productor primario se le paga un precio irrisorio que no supera los 2 pesos. He oído muchas voces que critican el enriquecimiento progresivo de los exportadores y exigen de los gobiernos que se imponga un precio mínimo para las empresas exportadoras. Nada más falto de racionalidad. Tenemos experiencia en precios mínimos y sabemos que su establecimiento auyenta la demanda, potencia la creación de oferta que permanecen como excedentes y terminan siendo vendidas a un precio mucho más bajo. Un precio mínimo haría que el precio final de la producción (con valor agregado) al salir del sector secundario al terciario sufra también modificaciones alcistas, provocando que el consumidor final se retrotraiga de comprar. Los precios deben ser LIBRES, respondiendo al juego de oferta y demanda. Eso no se puede tocar ni intervenir.

He oído también que el fracaso de la producción local está relacionado con el libre ingreso de unidades procedentes de Chile (en el caso de la manzana) y diputados rionegrinos (peronistas, cómo no) exigieron al presidente medidas proteccionistas. Estúpidos, como todos los políticos o perversos, como todos los peronistas. Deberían ponerse a investigar, en lugar de exigir medidas primitivas, por qué la producción chilena es más barata. Y aquí llegamos al grano.

Yo les voy a decir por qué la producción chilena (y de cualquier país del mundo) es más barata, por tres razones: no existen impuestos confiscatorios por parte del Estado, las condiciones laborales se corresponden con la productividad, hay libre comercio sin aranceles a la importación. Para que esto suceda en Argentina hay que derrotar a las tres oligarquías que nos oprimen y que son las gerenciadoras de la muerte de toda actividad agropecuaria, las gerenciadoras del populismo industrial que viene exterminando la riqueza la República y sumiéndonos en la decadencia y las voy a decir: POLÍTICOS POPULISTAS, SINDICATOS Y EMPRESARIOS QUE SUSTITUYEN IMPORTACIONES.

Las economías regionales no pueden sobrevivir en un ambiente dónde los costos de producción superan (duplicando, triplicando) lo que reciben como paga por ésta producción. La solución no recae en incrementar el precio que reciben los productores (porque depende del mercado), sino en reducir los costos de producción haciendo que sean similares a los que existen en los países libres.

Los productores requieren que se reduzcan o que se eliminen (en el mejor de los casos) los impuestos confiscatorios (IVA: 21%, Ganancias: 35% sin mencionar los que recaen sobre los productores en distintas provincias y municipios, los que recaen sobre los combustibles y sobre los transportes). Es la única forma de derrotar a los políticos populistas que utilizan a las economías regionales como un sector financiador del gasto público astronómico destinado a sectores no productivos de la población y permitir que el productor utilice sus beneficios en la reinversión, en el mejoramiento de la calidad y de su estilo de vida, pues para ello trabaja.

Los productores requieren libertad en los precios del mercado de factores, es decir que los salarios de la fuerza laboral se correspondan con la productividad de la explotación/empresa. Es inviable pagar sumas estrafalarias en concepto de salarios y brindar condiciones laborales excesivas cuando la producción y su rentabilidad es insuficiente. El encarecimiento del mercado de factores ahuyenta la demanda del mismo y, por lo tanto, cada trabajador es más susceptible de caer desempleado. Pero ojo, el populismo tiene siempre un as bajo la manga para perjudicar al productor/empresario que crea empleo: el sindicalismo. Será dificil derrotar a éste mal que carcome nuestra productividad y hace a nuestros productos no competitivos en el mercado mundial, pero es inexorable la necesidad de su eliminación.

Los productores requieren libertad de comercio y eliminación de todo proteccionismo estúpido e irracional. Es imposible reducir los costos de producción de las economías regionales cuando se deben afrontar grandes pérdidas en agroquímicos y maquinarias (en su gran mayoría de origen extranjero que ingresan como importación). Éstos costos, de por sí son altos en el mercado internacional, pero que se duplican o triplican cuando se le imponen altos aranceles o, directamente, se prohíbe su comercialización. Sin aranceles y sin proteccionismo los productores agropecuarios podrían adquirir agroquímicos y tecnologías a menor precio y de mayor calidad e innovación, permitiendo crear valor agregado, incrementar el precio de los productos por mejoramiento cualitativo y cuantitativo. Es la única manera de derrotar a todos los empresarios que sustituyen importaciones, empresarios que se han convertido en una oligarquía aliada al poder político para obtener beneficios por izquierda y que están tranquilos, incrementando los precios a su antojo, sin preocuparse en mejorar la calidad y condenando al consumidor a consumir sus productos inferiores.

El “Estado presente” con sus tres patas que lo sostienen, que lo nutren (empresarios sustitutivos de importaciones, sindicatos y políticos populistas), es el único y verdadero asesino de las economías regionales. La teoría del “Estado presente” mata el empleo, mata la calidad, mata la oferta y mata los sueños y las nobles aspiraciones de quien, con amor a la tierra y a la libertad, con la voluntad de enriquecerse con el trabajo y el esfuerzo de todos los días, tiene la desgracia de vivir en un país dónde no se lo valora, dónde no se lo tiene en cuenta y dónde cada día cercenan más su libertad y la propiedad, que es como cercenar la vida. Un crimen, sin justicia.

Tranquilos productores, ya se darán cuenta cuando seamos país africano. Fe en Dios, porque en los argentinos ya la perdimos.

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